Imitando la prosa de Carlos González, usaré dos ejemplos ilustrativos:
Pedro ha salido, paga en mano, a dar una vuelta por el barrio. De regreso, trae una pelota, varios cromos y un gran paquete de chucherías de las que está dando buena cuenta. Su madre le mira indignada: "en eso te gastas la paga, luego querrás un Gormiti, pues si no ahorras no sé cómo te las vas a apañar, por lo que es yo, no pienso comprarte nada. Tu sigue así, que tienes un agujero en las manos, que no sabes ahorrar ni planificarte el dinero". Pedro se acuerda del Gormiti y empieza a sugerir "pues ya mismo es mi santo, me lo voy a pedir", a lo que la madre responde que tururú y acto seguido estalla la discusión.
Susana quiere comprarse un juego de jardinería que trae su propio mini invernadero y semillas para plantar. Sus padres han pensado que esta es una buena oportunidad para que aprenda a ahorrar. Obviamente, el grueso del precio del juego recaerá en ellos, porque lo importante es que aprenda, no que les ahorre los cuartos, por lo que le regalan una hucha de cerámica que han personalizado con el nombre de la niña y un dibujo de un jardín. Al regalarle la alcancía le dicen a Susana: "la inauguramos nosotros, con tres euros, para que te quede menos por ahorrar". Susana lo apunta, por sugerencia de sus padres, en una nota que pega en el frigorífico, y todas las semanas (o casi todas) mete unas monedas de su paga. Algunas veces mete poco dinero, otras se le olvida, pero al final ha ahorrado bastante. sin embargo un día Susana decide romper la hucha y gastarse a tutiplen el dinero recaudado. Sus padres le preguntan por el invernadero y ella les dice que ya no quiere. Los tres juntos salen a gastar el dinero en lo que a Susana le apetece. Cuando la niña vuelva a acordarse del invernadero, los padres volverán a la misma estrategia, intentando siempre que cumpla, con el tiempo, con su propósito final.
¿Cuál de los dos niños ha aprendido algo? Desde luego Susana ha conseguido ahorrar, si bien no ha llegado hasta el objetivo final, pero conozco a más de un adulto que echa mano de los ahorros con una facilidad pasmosa. Imagino que Susana ha visto que ahorrando se puede uno permitir un capricho de vez en cuando, pero ésa no es la cuestión. La cuestión es que los padres de Susana han logrado más que los de Pedro, y además se han ahorrado el berrinche. Incluso aunque al final le hubieran comprado el juguete, estos padres están actuando positivamente: Sí al juguete, sí al ahorro, sí al derroche. La madre de Pedro, en cambio, no sólo no propone alternativas sino que niega: no ahorras, no hay juguete.
Pedro no sabe ahorrar, lo mismo que Susana, pero a ella sí le enseñan, mientras que los padres del niño optan por el aprendizaje por ciencia infusa.
Mi reflexión va por ese camino: los padres debemos dar un paso atrás y mirar con perspectiva, porque donde habitualmente encontramos una fuente de conflictos hay escondida una oportunidad de enseñar. Y siempre que se enseña con el ejemplo se enseña dos veces. Querer que nuestros hijos actúen cuando no saben cómo es inútil y frustrante para las dos partes, porque el hijo quiere pero no puede, y el padre puede pero no quiere predicar con la enseñanza.
La clave está en los síes: uno debería proponerse a sí mismo decir tres veces "sí" por cada "no", sobre todo en lo que a niños se refiere, porque los no son una barrera con la que tienen que luchar que no les deja ver el camino, mientras que los sí tienen la mágica habilidad de hacerles receptivos a todo lo que quieras añadir. No sé si se ve muy bien la idea, pero me refiero a que Susana actuó como sujeto activo porque se le daba algo que hacer y un objetivo a cumplir, mientras que Pedro resultó ser el objeto pasivo de la ira de su madre, que no le había pedido que hiciera nada y, lo que es peor, el juguete resultó ser refuerzo positivo y negativo a un tiempo, en lugar de una meta u objetivo.
Dicho esto no puedo dejar de mencionar que indudablemente la perfección está muy lejos de ser una cualidad humana, de hecho, por más que uno lo intente de verdad es probable que el cansancio y la monotonía nos hagan perder los estribos o flaquear como ejemplo de virtud ante nuestro hijos.
Pero al menos hay que intentarlo.