Siempre es actualidad la queja de algunos colectivos acerca de lo perjudicial de los videojuegos. Esta corriente argumenta que este tipo de entretenimiento es perjudical para los niños porque implica descuidar sus relaciones sociales y su actividad física, por no hablar del carácter violento de algunos de estos juegos.
A nivel institucional, si hablamos de Europa, existe el código PEGI que informa del contenido del videojuego y la edad recomendada para jugar a él, pero para algunas asociaciones y colectivos no es suficiente, como bien explica en una noticia, publicada hoy, Hoytecnologia.com. Según este sitio Web, la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC) apoyará nuevas medidas comunitarias por las cuales se regulará la venta de este entretenimiento a menores, según el contenido violento del mismo. La AUC pone de relieve la falta de regulación específica en España, al contrario que en otros países de la UE, y propone medidas al respecto, además de llevar el código PEGI a la publicidad de los videojuegos por televisión.
Son demasiadas las ocasiones en las que un videojuego lleno de violencia verbal y física acaba en manos de un menor de edad. Lejos de la creencia popular de que un niño puede imitar las conductas violentas del videojuego, por sí mismo y sólo influído por éste, lo que sí es razonable pensar es en la cantidad de actividades constructivas y divertidas que podría estar realizando mientras, como mínimo, pierde el tiempo matando zombies, por poner un ejemplo. Digamos, hablando claro, que si el juego debe ser para un niño un proceso de aprendizaje más, ya sea vital, social, etc., mientras realiza esa tarea tan poco productiva, educativa, realizadora, llámese como quiera, está perdiendo el tiempo en todos y cada uno de los sentidos posibles de la expresión. Eso sí es un peligro: que no sepa entretenerse de otra manera, que el niño esté "aparcado" en esa tarea, sin supervisión o con una deficiente supervisión.
Sin embargo no estoy muy por la labor de seguir esas otras teorías detractoras de los videojuegos, esas que afirman que perjudican la salud y alienan la mente de los pequeños. Sobre todo las teorías detractoras que proclaman la indefensión de los padres ante la tarea de decidir la idoneidad del producto para su hijo.
Me resulta muy extraño leer una noticia anticuada (aunque sea una contradicción) referida a la primera de que hablaba al principio, de la falta de una normativa adecuada. En este caso se trata de Gran Bretaña y es la publicación de los resultados de un informe encargado por el Primer Ministro Gordon Brown a la psicóloga Tanya Byron. En él la psicóloga afirma que "los padres británicos no tienen ningún mecanismo" para vigilar el contenido de los videojuegos que utilizan sus hijos, y recomienda que se establezca un nuevo sistema de calificación, como el de las cajetillas de tabaco, ya que sólo un 2% de los videojuegos que se comercializan en ese país están recomendados para mayores de 18 años, mientras que el resto, algunos muy violentos, autorizan su uso a menores.
¿Alguien ha notado algo raro en la afirmación de la señora Byron? Afirma que los padres no tienen ningún mecanismo para controlar los contenidos de los videojuegos que utilizan sus hijos. Se me ocurren muchos eslabones de la cadena de negligencias que se han cometido con estos menores, y el menor es el hecho de que no exista una normativa adecuada:
por ejemplo está el hecho de que un menor (incluído un menor de 17 años) disponga de la independencia económica necesaria para adquirir un videojuego (son bastante caros), que lo adquiera a espaldas o con la descuidada autorización paterna, que lo juegue en casa ante la mirada de los padres o que lo juegue en casa ante la continuada ausencia de los padres, que lo juegue en una casa ajena donde la situación es la misma y en un alarde paterno de desconocimiento de lo que hace su hijo en sus ratos de ocio, incluso puede ser que se lo regalen los padres bajo la tranquilidad de la recomendación de una normativa inadecuada y, una vez comprobado el contenido inapropiado, los padres carezcan de autoridad para retirar el videojuego a su hijo.
Aunque sea repetitivo incidir siempre en el mismo tema, es desalentador comprobar lo mucho que se delega en otros (organismos, personas, instituciones) la tarea de educar a un hijo. Los informes, además, lo ponen muy fácil. Asociaciones de consumidores y de padres proclamando a viva voz que otros protejan a sus hijo, es algo incomprensible. Sin embargo, reivindicar que no se vendan por televisión, prensa y, sobre todo, Internet el producto expresamente en medios y horarios propios de niños (con imágenes no aptas para menores ), eso es algo más grave y no obstante no he oído muchas voces disonantes en ese sentido. No, no me quejo de que se proteste, ni de que se apliquen leyes estrictas para algunos contenidos, de lo que sí me sorprendo es de los argumentos que se dan, y de que mientras no se solucionan esos trámites los padres se encuentren desamparados ante la problemática.
Dicho esto, apelo a visiones más constructivas de la realidad y, aunque pueda parecer propaganda, hay plataformas en el mercado que rompen con la visión tradicional del videojuego y proponen juegos en grupo, actividad física y contenidos constructivos o, cuanto menos, divertidos y sanos al mismo tiempo. Me refiero a la plataforma Wii, claro está. Además, como especialista en Audición y Lenguaje y Educación Especial, ésta es una herramienta que aún está por descubrir en terapia.
Pero ése es otro tema .
La Web Sociedad de Pediatría publica el código PEGI que paso a reproducir aquí
A nivel institucional, si hablamos de Europa, existe el código PEGI que informa del contenido del videojuego y la edad recomendada para jugar a él, pero para algunas asociaciones y colectivos no es suficiente, como bien explica en una noticia, publicada hoy, Hoytecnologia.com. Según este sitio Web, la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC) apoyará nuevas medidas comunitarias por las cuales se regulará la venta de este entretenimiento a menores, según el contenido violento del mismo. La AUC pone de relieve la falta de regulación específica en España, al contrario que en otros países de la UE, y propone medidas al respecto, además de llevar el código PEGI a la publicidad de los videojuegos por televisión.
Son demasiadas las ocasiones en las que un videojuego lleno de violencia verbal y física acaba en manos de un menor de edad. Lejos de la creencia popular de que un niño puede imitar las conductas violentas del videojuego, por sí mismo y sólo influído por éste, lo que sí es razonable pensar es en la cantidad de actividades constructivas y divertidas que podría estar realizando mientras, como mínimo, pierde el tiempo matando zombies, por poner un ejemplo. Digamos, hablando claro, que si el juego debe ser para un niño un proceso de aprendizaje más, ya sea vital, social, etc., mientras realiza esa tarea tan poco productiva, educativa, realizadora, llámese como quiera, está perdiendo el tiempo en todos y cada uno de los sentidos posibles de la expresión. Eso sí es un peligro: que no sepa entretenerse de otra manera, que el niño esté "aparcado" en esa tarea, sin supervisión o con una deficiente supervisión.
Sin embargo no estoy muy por la labor de seguir esas otras teorías detractoras de los videojuegos, esas que afirman que perjudican la salud y alienan la mente de los pequeños. Sobre todo las teorías detractoras que proclaman la indefensión de los padres ante la tarea de decidir la idoneidad del producto para su hijo.
Me resulta muy extraño leer una noticia anticuada (aunque sea una contradicción) referida a la primera de que hablaba al principio, de la falta de una normativa adecuada. En este caso se trata de Gran Bretaña y es la publicación de los resultados de un informe encargado por el Primer Ministro Gordon Brown a la psicóloga Tanya Byron. En él la psicóloga afirma que "los padres británicos no tienen ningún mecanismo" para vigilar el contenido de los videojuegos que utilizan sus hijos, y recomienda que se establezca un nuevo sistema de calificación, como el de las cajetillas de tabaco, ya que sólo un 2% de los videojuegos que se comercializan en ese país están recomendados para mayores de 18 años, mientras que el resto, algunos muy violentos, autorizan su uso a menores.
¿Alguien ha notado algo raro en la afirmación de la señora Byron? Afirma que los padres no tienen ningún mecanismo para controlar los contenidos de los videojuegos que utilizan sus hijos. Se me ocurren muchos eslabones de la cadena de negligencias que se han cometido con estos menores, y el menor es el hecho de que no exista una normativa adecuada:
por ejemplo está el hecho de que un menor (incluído un menor de 17 años) disponga de la independencia económica necesaria para adquirir un videojuego (son bastante caros), que lo adquiera a espaldas o con la descuidada autorización paterna, que lo juegue en casa ante la mirada de los padres o que lo juegue en casa ante la continuada ausencia de los padres, que lo juegue en una casa ajena donde la situación es la misma y en un alarde paterno de desconocimiento de lo que hace su hijo en sus ratos de ocio, incluso puede ser que se lo regalen los padres bajo la tranquilidad de la recomendación de una normativa inadecuada y, una vez comprobado el contenido inapropiado, los padres carezcan de autoridad para retirar el videojuego a su hijo.
Aunque sea repetitivo incidir siempre en el mismo tema, es desalentador comprobar lo mucho que se delega en otros (organismos, personas, instituciones) la tarea de educar a un hijo. Los informes, además, lo ponen muy fácil. Asociaciones de consumidores y de padres proclamando a viva voz que otros protejan a sus hijo, es algo incomprensible. Sin embargo, reivindicar que no se vendan por televisión, prensa y, sobre todo, Internet el producto expresamente en medios y horarios propios de niños (con imágenes no aptas para menores ), eso es algo más grave y no obstante no he oído muchas voces disonantes en ese sentido. No, no me quejo de que se proteste, ni de que se apliquen leyes estrictas para algunos contenidos, de lo que sí me sorprendo es de los argumentos que se dan, y de que mientras no se solucionan esos trámites los padres se encuentren desamparados ante la problemática.
Dicho esto, apelo a visiones más constructivas de la realidad y, aunque pueda parecer propaganda, hay plataformas en el mercado que rompen con la visión tradicional del videojuego y proponen juegos en grupo, actividad física y contenidos constructivos o, cuanto menos, divertidos y sanos al mismo tiempo. Me refiero a la plataforma Wii, claro está. Además, como especialista en Audición y Lenguaje y Educación Especial, ésta es una herramienta que aún está por descubrir en terapia.
Pero ése es otro tema .
La Web Sociedad de Pediatría publica el código PEGI que paso a reproducir aquí