El difícil equilibrio entre autoridad y afecto

En la web http://www.lafamiliaeduca.net/ Guillermo Fernández Vara (consejero de sanidad y consumo) a propósito del programa "unas buenas razones para disfrutar educando a tus hijos" (programa de prevención de conductas de riesgo) escribe en el prólogo:
Como muy bien propone este programa, es necesario que la familia apoye el crecimiento del adolescente; esté presente en el desarrollo de su autonomía; tenga capacidad para entender y adaptarse a los cambios que se producen en el joven, sin necesidad de estigmatizarlo; logre resolver e incorporar saludablemente los conflictos que surgen en la dinámica familiar; conozca y comprenda la existencia de nuevos roles dentro de la familia; y pueda, desde una postura empática, guiar, aconsejar, colaborar y supervisar todo este complicado proceso educativo, pero siempre permitiendo que los hijos aprendan por sí mismos y manteniendo ese difícil equilibrio entre la autoridad y el afecto.
El programa no trata el mismo tema del cual voy a escribir hoy, pero me quedo ante todo con la sentencia de la última frase del consejero, acerca del difícil equilibrio entre autoridad y afecto.
Es más difícil ejercer autoridad que afecto, eso está fuera de duda, como también lo está el que todos los padres* (hablando dentro de la normalidad y excluyendo sucesos varios) aman a sus hijos. Los problemas surgen con el complejo de algunos padres a ejercer su autoridad debido a la política educativa tan en voga de ser amigo del hijo, de ejercer, en términos más apropiados, una labor contraria a la tradicional, en la que la distancia generacional era más significativa y los padres acotaban su labor educativa a un espectro menor que hoy día.
Ahora lo apropiado es llegar a acuerdos y negociaciones, y negarle algo al hijo como método educativo está demonizado en la práctica educativa familiar.
En cierto modo es verdad que la negociación es preferible al conflicto, pero la autoridad paterna es innegociable, es una afirmación tajante y rotunda que no se puede perder, necesaria como axioma, la raíz de la que emerge todo.
Cuando hablo de autoridad no me refiero a aquella que se aplica sin criterio y sirve de comodín para zanjar todos los conflictos, sino aquélla que se erige como legítima a la hora de decidir y ejecutar cuestiones meditadas, y que no se rinde a chantajes emocionales ni a imposiciones de fuera, siempre sabiendo que las reglas y normas están meditadas, las razones de éstas argumentadas, y son flexibles, si la flexibilidad viene dada de la experiencia y la otorgan los padres.
Los pequeños tiranos serán los grandes tiranos de la sociedad: carentes de normas en el hogar, raramente aceptarán normas escolares y sociales. Y no sólo eso, sino que la resolución de conflictos en el hogar supone un ensayo de la vida social, un "intento" necesario para la buena marcha de la vida adulta. Un niño sin normas es un pequeño egocéntrico que no acepta las normas de su entorno.
Después está la sobreprotección por añadidura. Muchas veces la falta de autoridad conlleva un exceso de celo con los hijos y los convierte en adultos inmaduros. Un niño puede crecer con cierta autonomía personal y aún así depender en aspectos básicos de sus padres. Ésta es también una conducta muy tradicional: madres de toda la vida que no permiten a sus hijos tener deberes básicos dentro del hogar, tales como hacer una cama o recoger un plato, y que al mismo tiempo necesitan controlar todos los aspectos de la vida del hijo, como las amistades, horarios o libertades que se conquistan con la edad, manteniendo el doble juego de hacer al vástago totalmente dependiente a cambio de la falta absoluta de libertad. El resultado es un ser inmaduro, dependiente en pensamiento y comportamiento, que puede ver limitado el ejercicio de su libertad en todos o algunos aspectos y que nunca consigue llegar plenamente a la etapa de madurez y lo que ésta implica: toma de decisiones, futura vida en pareja, libertad de actuación, pensamiento autónomo... A lo que hay que añadir la falta de creatividad para resolver situaciones derivada de la situación.
Para terminar ya, a corto y medio plazo, la tiranía del hijo provoca tensiones familiares: el niño amenaza, chantajea e incluso ejerce la violencia verbal y/o física hacia los padres, y éstos se ven impotentes a la hora de imponer sus normas de comportamiento. De hecho, cuando el problema emerge, los profesionales recomiendan ejercer la autoridad mediante la actividad de no ceder ante los chantajes (la forma más común en que se manifiesta el pequeño tirano), imponer límites y no huir del problema, sin demostrar la angustia que éste pueda llegar a crear. Justo ésos son los ejemplos de autoridad a los que me refiero, que se imponen como terapia hoy día, cuando en realidad son la prevención de futuros problemas.


Para leer:
Jirina Prekop
EDITORIAL HERDER, S.A., 2005

Para consultar:
Referencia:
El programa "unas buenas razones pera disfrutar educando a tus hijos" trata de prevenir conductas de riesgo en adolescentes, dando pautas a los padres de detección y actuación.








*Uso del masculino genérico, ya que a mí, como mujer, no me ofende, sino que economiza y agiliza mi escritura y mi conversación. No me abofetea en el rostro semejante uso porque entiendo que mi sexo, que no género, no se ve afectado ni menospreciado, no así otras cuestiones de mayor envergadura que aún no están resueltas ni lo estarán en el hipotético caso de que se impusiera el uso de ambos sexos en la lengua española, o por ese hecho mismo, mejor dicho. Con respecto a este tema, además, pienso economizar tanto de ahora en adelante que no volveré a justificar por qué economizo, ya que podría parecer una declaración de intenciones más que una intención en sí misma.

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